Desde un punto de vista práctico, el conocimiento cultural está monopolizado por unas pocas personas, mientras que la mayoría de las personas se convierten en la clase inferior de la sociedad porque no tienen capacidad cultural. Cambiar el destino de una persona comienza con cambiar su conocimiento cultural. Sin leyes que sean justas y coherentes para todos, no puede haber verdadera libertad, igualdad, democracia y derechos humanos.